30.1.08

Monólogo agridulce

A ver...un monólogo a público abierto...

Resulta que acabo de ver una película. Si. Una de esas tontas. De esas que son como un drama encerrado en una comedia. No sé cómo se llama. Sólo sé cómo me siento ahora.

Y es que tengo un nudo enorme. No sólo en la garganta, sino en todo el cuerpo. Me perdí. Me perdí en besos y en historias ajenas que, valga la redundancia, no me pertenecen. Me perdí en minutos que me robaron. Me perdí en diálogos fabricados para hacerme perder. Me perdí en mí misma.

Nunca he sido cinéfila, nunca empedernida...eso lo saben quienes me conocen y, a partir de ahora, más de uno. Pero ya mismo tengo un nudo atorado en alguna parte interna. Y el problema no es tanto ese, sino que no sé cómo demonios desatorarlo. Creo que fue la película. Esas películas de niña rosa que "deben" ser hermosas y de "amor", pero que terminan siendo "agridulces".

Me dejó un mal sabor. Una tristeza incurable. De esas que son como una "bofetada" que te hacen despertar, que te hacen ver las cosas a través de otro vidrio, más allá del viejo y vencido que tengan los lentes. Y vaya desgracia. Es un coñazo. Y de los fuertes.

En fín. No debe interesarles, pero me perdí. Aquí y allí. Me perdí ahora también en éstas letras que, en principio debían ser de desahogo. Si si. Si lo fueron. Pero en retrospectiva, son indescifrables.

No hay más que decir. Simplemente, a veces no es tan bueno quedarse pegado al televisor viendo una película que no sabes de qué va. No no. Para nada.

Punto final.




La niña del bigote

28.1.08

La miró. Fue su objetivo por un momento. Midió inconscientemente la distancia. Y, acortando el tiempo y el espacio, se acercó a ella. Con una mano tomó su cuello suavemente y la atrajo hacia él. Un volcán a punto de hacer erupción. Ganas insaciables. Incontrolable candor. Se miraron. Cerraron los ojos. Y cada uno supo al otro haciendo lo mismo . Y sintieron. Roce. Fusión. De su boca con la suya. De su cuerpo con el suyo. Y transitaron. Dieron. Recibieron. Fluyeron. Y luego abrieron los ojos, para descubrir que ya no eran los mismos. Ya no eran extraños. Ahora eran uno sólo. Hoy son uno sólo.

Y son reflejos de una misma historia.


La niña del bigote

27.1.08

Instinto

[viceversa de las palabras]


Y ocurre por las noches.
Despierto. Me invade el deseo.
De abrazarte. De besarte. De poseerte. De tenerte.
Saciar el hambre. La espera.
Y dormir.
Tranquilidad. Calma.
Calor. En tus brazos. Con tu cuerpo.
Sin pensar. Sin que exista el tiempo o el espacio.
No recordar el mundo.
Sólo tú. Tu piel. Tu olor.
Olvidar todo lo demás.
Grabarte a fuego más palabras. Más voz.
Sonidos diferentes. Sensaciones diferentes.
Salir de mis entrañas. Invadirte el corazón. Quemarte.
Hacerte mío. Amarte horas y horas. Hasta la saciedad.
Hasta que se haga de día.
Como un animal.
Como si se hiciera la luz.



La niña del bigote


19.1.08

El primer aniversario

Hoy celebramos nuestro primer año.

Ya tenemos nuestros primeros dientes y con ellos comemos y digerimos lo que nos gusta y lo que no nos gusta tanto.

Comenzamos temblorosas y un poco perdidas. Poco a poco empezamos a gatear, buscando nuestro rumbo, creando expectativas, ajenas y propias. Hoy creo que estamos en el lugar correcto. Aprendiendo a caminar. Tropezando. Cayendo. Levantándonos. Limpiando el sucio que queda en nuestras rodillas y manos. Amarrando las trenzas de los zapatos y dando, de nuevo, los pasos que nos llevarán adonde queramos ir.

Un año en el que comenzamos a escribir sobre cosas curiosas que nos preguntábamos o que encontrábamos en nuestras horas de ocio. Eso quedó atrás. Descubrimos el camino que se adapta a nosotras, a nuestras manos, a lo que escribimos, a lo que somos. Hemos arriesgado, hemos ganado, hemos perdido, pero nos hemos encontrado. Y así nos hemos ayudado.

Cada letra, cada palabra, cada texto ha significado algo. Aquí nada ha estado por casualidad. Ha habido conflictos, agradecimientos, críticas a la ranciedad, sarcasmo, ironía, felicidad, amor, mil y un pensamientos.

Creo que cuando creamos este blog, lo hicimos con la intención de ser un poco más libres de lo que Caracas nos permite ser. ¿Por qué? Bueno porque aquí hemos aprendido a escribir (y aún seguimos aprendiendo), a plasmar en letras lo que somos y pensamos. En este blog hemos hecho lo que nos ha dado la gana. Hemos criticado, descubierto, observado, investigado, sentido, pensado. En fin, hemos sido lo que somos realmente.

Gente ha ido y venido, pero los importantes aún están. Presentes y fuertes ante todo.

Hoy, a un año, doy gracias a Flequillo, una vez más, por ser la mejor compañera de este blog y la mejor amiga en muchos momentos. Sabes que te admiro por ser quien eres, por decir las cosas como son, sin tapujos y sin importarte lo que puedan pensar o decir los demás. Nuestro alter ego, el tuyo y el mío, son mi inspiración para seguir adelante con ésto y con muchas cosas que están ahora en el camino. ¡Gracias!

Y gracias a todos y cada uno de los que puedan estar al otro lado del monitor, a los que se toman el tiempo de leer, a los que escriben y comentan, a los que no comentan pero están, a los que piensan, a los que entran una y otra vez. A todos.

Feliz cumpleaños a nosotras, al Quetecotopereque y al año de escritura y lectura que ha llegado con ustedes.


La niña del bigote



16.1.08

Los recuerdos son de los dos

Recuerdo verte en la cama.
Recuerdo mis ganas de abrazarte, de besarte.
Recuerdo haber cruzado las ganas. La luz. El encuentro. Lo lejano y lo cercano. La emoción. La sensación. La sed. Tu beso. Mis caricias en tu rostro. Mis ojos en tus ojos. Tus brazos en mi cuerpo. Abrazo. Beso.
Mis ganas consumadas en la realidad.
Todo lo tuve.
Realidad que hoy es recuerdo.
Recuerdo que se transforma en sonrisa.
Sonrisa que viaja hasta donde te encuentres.
Una sonrisa para ti.
Sólo para ti.

Aunque los recuerdos son de los dos.


La niña del bigote


15.1.08

Así lo veo. Asi lo siento

Oye...se vería más bonito si dijera...

"Ríe y reiré contigo. Llora y también lloraré contigo"

¿no?



Bigotín

11.1.08

Divagando sobre MI raza humana

La gente asocia el año nuevo con vida nueva, con cosas nuevas a la puerta, en el camino, por llegar, por venir. Y claro que es cierto, hasta cierto punto. Obviamente, cada día, cada hora, cada minuto trae consigo una cosa nueva, por pequeña que pueda ser.

Dentro de mis propósitos para el nuevo año, hay muchas cosas, cosas que pedí, que me pedí a mi misma, entre ahogarme con las uvas y reírme con mis primos.

Esa misma semana comencé a cambiar, en cierta forma porque empecé cumpliendo una cosa que me había propuesto. Viajar a otro lugar hace que pienses de forma diferente, te hace ver tu propia vida desde otra perspectiva. En lo particular, nunca hubiese imaginado que mi año comenzaría así, nunca hubiese imaginado que en mi vida me sentiría así. Pero pasó.

Me sentí en casa luego de tanto tiempo de sentirme perdida en un camino con miles de desviaciones, con rutas alternas, con incertidumbres e indecisiones. Creo que el viaje que hice fue mi primera vida de este año que comienza. Por primera vez sentí mi primera vez, por primera vez me atreví con algo, por primera vez no pensé tanto y tomé una decisión sin saber muy bien por dónde me llevaría, por primera vez caí en el camino correcto, por primera vez viví y sentí como quiero hacerlo.

Desde que llegué a la estación de bus, esa que era mi destino, me sentí diferente, sentí que algo había cambiado en mí, me sentí invencible, desafiante, valiente, segura, confiada, retadora, me sentí grande, muy grande, en fin, me sentí orgullosa de mí. Y no, no se trata de ego.

Sentí que ese camino había estado esperando por mí, así como yo había estado esperando por él. Me esperaban momentos buenos, instantes nuevos.

Y éso pasó. Mi primer viaje del año, enmarcado dentro de otro viaje, me cambió por completo. Cambió desde la temperatura de mi cuerpo, hasta la confianza y el afecto que le doy a alguien. Y todo, todo cambió.

Fue como respirar, como vivir después de morir poco a poco por mucho tiempo, fue refrescante, ligero, impredecible. Fueron unas vacaciones de la rutina, de lo cotidiano. Para mí significó ver mi vida desde otro ángulo, en otro escenario, con otras personas.

Y respiré, y sentí, y hablé, y me desahogué, y dí explicaciones porque debía hacerlo, porque era pertinente e importante hacerlo, y escribí, y esperé, y llegó. Todo llegó a mí. Todo lo que tanto esperé el año pasado llegó a mí. En una semana, en cuatro días que hicieron de mí otra persona. En cuatro días que transformaron hasta mi forma de oler lo que me rodea.

Y por primera vez en mucho tiempo, dormí tranquila, reí, viví. Y nunca me sentí mejor. Nunca me sentí tan mujer. Nunca tan feliz.

No lo asocio con algo de año nuevo. ¡Que va! No suelo creer en esas cosas. Simplemente es que así comenzó mi año. Y hoy, viendo hacia allí, quiero volver. Quiero volver a casa. A esa casa que me recibió bajando del bus, a esa casa de Las Torres, a esa casa de la vista increíble, envidiable, a esa casa donde nunca me sentí sola, a esa casa donde aprendí a vivir un poco más.

Quiero volver allí, donde sentí por primera vez.


La niña del bigote


10.1.08

Hoy yo te lo pido

Dime eso que necesito oír. Eso que muero por saber.
Dilo con los ojos cerrados y el alma en las manos.

Dime que significó algo. Que significó todo.
Dime que me extrañarás. Que me recordarás. En los días. En las noches.
Pídeme que no me rinda y dime que no te rendirás.
Cree y hazme creer que despertaremos juntos nuevamente. Que pelearemos contra todo, contra el tiempo y la distancia, por rescatar y revivir esos momentos, esa vida.
Lucha conmigo, a mi lado. Que nuestra lucha sea una sola, que sea la misma. De los dos.
Dime que si somos capaces de derribar las sombras, de acortar la espera, de vencer la ansiedad.
Dime que confiarás en mí. Que confiarás en ésto. Que lo desearás tanto como yo.
Pídeme que te espere. Pídemelo. Y dime que me esperarás.
Abre la puerta y ofréceme entrar a tu vida. Dime que no me dejarás sola, que me protegerás y que seremos dos mezclados en uno solo.
Necesito oirlo. Necesito saberlo.
No tengas miedo de decirlo.
Yo, por ti, soy capaz.
Dime que no temes entregarte, entregarte a mí. Sentirme, sentir conmigo de nuevo.
Pídeme que te devuelva todo eso que crees perdido. Pídeme que te cuide. Pídeme que te ame.
Y lo haré.
Dime que cierras los ojos y me ves allí.
Dime que me esperarás. Que te atreverás. Que aceptas el reto, el reto de quererme.
Dime. Dímelo.
Hoy yo te lo pido.
Dime que quieres descubrirme. Que quieres que te descubra.
Y yo aceptaré. Por ti aceptaré. Por ti seré capaz y esperaré.


La niña del bigote

9.1.08

Instantes. Momentos.

Para ti.


Un beso que me da vida.
Tus manos en mi espalda. Un abrazo fuerte oculto bajo la sábana.
Tu frío rindiéndose ante mi calor en una noche de invierno. Nuestra noche.
El abrir los ojos y verte allí. Observarte. A pesar de la oscuridad.
El sentirte tan cerca, tan dentro. Tan cálido. Tan insaciable.
Brevemente eterno. Fugazmente infinito.
Mi alma rindiéndose ante tu presencia.
Sentirte respirarme. Tu respiración en mi cuello.
Robarte bocanadas de tu olor. De ti.
Saber que llegarías. Esperarte. Soñarte.
Verte llegar. Sentirte llegar a casa. Nuestra casa.
Rendición. Calor. Tacto. Fricción. Aromas.
Nuestra esencia. Nuestros cuerpos. Un resplandor.
Hundirme en tus ojos. Verme en tu verde. Reflejarte en mi azul.
Ser tuya. Tan tuya como podía serlo.
Sentirte mío. Tan mío como pude hacerte.
Recorrerte. Transitarte. Descifrarte.
Apoderarte de hasta el más lejano rincón, de hasta el más hambriento sentir.

Y ahora, el extrañarte.
Pero también recuerdo, memoria, secreto, vida.

De esos instantes. De esos momentos.


La niña del bigote


Divagando sobre la raza humana # 22 - De la casa

Todos sabemos lo que es una casa, sin embargo cada uno la siente de forma distinta. Nos llena de forma distinta.

Creo que una casa no es más que aquel lugar en el que uno puede sentirse relajado, tranquilo. Un lugar al cual poder llegar luego de un día, o noche, de trabajo. Ese lugar que nos atrae como un imán haciéndonos sentir que queremos llegar a donde pertenecemos, a donde nos sentimos completamente a gusto.

No obstante, la casa es lo que nosotros queramos que sea. Puede tratarse de extensiones de terreno, casas, edificios, o un sencillo cuarto de hotel. Y, aún así, sin importar cuál de los ejemplos sea el caso, el sentimiento es el mismo. Simple y sencillamente, no hay nada como llegar a casa, como sentirse en casa.

Es una sensación de otro mundo. De pertenencia. Porque la casa es donde somos como somos, en la forma más natural.

Creo que hasta una impersonal estación de trenes o buses puede hacerte sentir que has llegado, que pisas tierra firme, que estás donde quieres y, en cierta forma, donde debes estar.

Y esos lugares tan ajenos pero, al mismo tiempo, tan nuestros son a los que quiero llamar casa. Porque te reciben y te hacen saber y sentir que nada será igual una vez que pongas el pie sobre el camino.

Yo sé cuál es mi casa. La descubrí hace poco, muy poco, pero desde ese entonces, desde ese día, me acompaña en la memoria, en el recuerdo de un cuarto que me dio la bienvenida y que me hizo sentir una persona distinta.

Mi casa se queda mientras yo vuelvo. Pero va conmigo a todas partes. Irá conmigo a todas partes. Porque la sentí de forma distinta y me llenó de forma distinta. Más que cualquier otro lugar. Porque se quedó con parte de mí. Porque sé que quiero regresar. Porque deseo, más que nada, que me espere donde está, con su esencia, con sus matices, con todo lo que es, con todo lo que significa para mí.

Y esa es mi casa.



La niña del bigote


Divagando sobre la raza humana # 21 - De la familia

Cuando nacemos, lo hacemos dentro de una familia que no escogemos y que no nos escoge a nosotros. Es un cuadro incierto. Se trata de azar, sorpresa, suerte. En muchos casos, la familia es lo más importante que tenemos, desde que nacemos hasta que tenemos cierta edad. Sin embargo, a medida que crecemos, vamos creando una propia, la cual, a pesar de no tener nuestra sangre, nos importa por sobre todas las cosas.

Mi familia es bien pequeña. Muy pequeña diría yo. A algunos miembros no los veo casi nunca. Por eso, tengo familia fuera de mi familia. Gente a la que quiero y amo, y por la que haría muchas cosas.

Sin tener un padre biológico presente, tengo hombres que me cuidan y se preocupan por mí, que me tratan como si fuese su hija, que me miman y me protegen como nadie.

Además, tengo amigos y amigas a quienes siento como hermanos. Es así. Realmente los siento. Son chicos y chicas, pocos, que me hacen la vida más fácil, que me hacen sonreír cada vez que pueden y, cuando no, me dan su mano y su consuelo para hacerme sentir mejor. Eso, sin contar las innumerables horas de risas que vivimos siempre que estamos juntos. Las ocurrencias. Todos los motivos.

Hay personas que han estado desde siempre o desde hace poco, pero igual son invaluables, son únicas en su especie y su esencia es como ninguna.

Son seres prodigios, a los que amo, a los que admiro, a los que pienso, a los que siento. Son mi gente. Parte de mí. De lo que he sido, de lo que soy, de lo que seré. Son lo más grande que tengo. Me han dado los mejores recuerdos, las mejores alegrías y sonrisas, los mejores orgullos. Son la familia que he podido escoger y ellos me han escogido a mí también. Soy afortunada. Lo sé.

Hoy les digo que los quiero. Que nada sería igual sin ustedes. Créanme cuando les confieso que estoy más que orgullosa de todos y cada uno. De lo que son, de lo que dejan de ser, de donde vienen, de a donde van. De lo que hacen, de lo que piensan, de lo que dicen. De lo que sienten. De sus metas, su futuro. Porque sé que llegarán lejos, muy lejos, incluso más allá de lo que ustedes mismos imaginan. Porque son especiales, porque ya están en sus carriles, en su propio camino, a la velocidad justa y necesaria. Porque sé que están tras lo que quieren, tras lo que sueñan. En fin, porque son únicos. Son ustedes.

Ustedes son mi familia. Y los amo.


La niña del bigote


3.1.08

Yo te espero

Yo te espero a la orilla de un banco mientras veo las horas pasar sin control. Yo te espero cuando despierto de un sueño que me hace sentir fatal. Yo te espero cuando la ausencia es mi compañera del día y cuando la soledad es mi compañera de la noche.

Yo te espero y espero que vengas. Que vengas a mí.

Yo te espero porque no quiero buscarte, porque no quiero que la desesperación me alcance y sea mi final. Te espero porque sé que el tiempo está conmigo, porque sé que me ve pasar, ir y venir, mientras yo lo veo y lo siento pasar a él.

Yo te espero los días soleados, las noches lluviosas, los amaneceres violeta, los atardeceres naranja. Yo te espero y sigo esperando. Mientras mi mano se desliza para escribirte, mientras mi mente hace intentos para crearte, mientras mi futuro se acerca para acercarte.

Yo te espero cuando mi mano se cansa de moverse sola, cuando mi mente se cansa de imaginar y pensar sola, cuando mi cuerpo se cansa de dormir solo. Te espero. Te esperan.

Te espero cuando los días se me hacen interminables, cuando mi camino se hace muy grande o intransitable, cuando mi lucha pelea contra mí misma, cuando la vida se esconde para no dejarse encontrar por sueños y realidades.

Te espero las tardes bonitas, cuando la tierra desprende su aroma, cuando las hojas de los árboles caen junto a mis pasos haciendo una alfombra, dejando traspasar la luz del cielo.

Te espero en los momentos malos, en los momentos buenos. En los que me hace falta cariño o en los que me sobra para compartirlo. Te espero para llorar, para reír, para crecer, para vivir, para caminar, para crear, para unir, para ser. Para ser tu y yo.

Yo te espero.


La niña del bigote

1.1.08

IMAGINO...

...mi cabeza sobre tu pecho.
...tus manos recorriendo la longitud de mi cabello.
...mi boca en tu mejilla.
...tus ojos mirando mis ojos.

...el calor del sol sobre nosotros.
...la brisa del día que transcurre.
...el olor de la tranquilidad y la calma, del poder sentir.
...el sonido del agua del río.
...la sensación de la grama debajo de nosotros.

...sentirme atrapada entre tus brazos, entre tu calor.
...el darte un tierno beso en la frente y luego admirarte por horas.
...mi mano tomada por la tuya.
...la mirada, de los dos, elevadas y perdidas en el cielo.
...ser la musa de tu trabajo.
...escribir para ti todos los días.

...tu respiración cerca de mi cuello.
...sonreír al verte sonreír.
...erizarme al sentir el primer beso, tus labios y los míos.
...el decir un te amo, el sentirlo.
...tu respuesta.

...saber cómo es mi vida contigo.
...sentir a tu lado.
...vivir contigo en la mente, en el cuerpo, en el alma, adentro, bonito, grande.
...amar a tu lado.

...imaginar.

...y luego despierto.



La niña del bigote

En busca de algo, en busca de nada

Te . Y eras mucho mayor. Las arrugas invadían tu cara, tus manos, tu cuerpo. Tenías el cabello blanco, como la nieve de todos esos inviernos que viste pasar frente a . Tenías los ojos hermosos. Multicolores. Llenos de vida, de sabiduría, de conocimientos.

Ibas absorto en tus propios pensamientos y, a ratos, hablabas solo, para contigo mismo. Y te murmurabas un secreto y veías a todos lados como si esperaras algo, alguien, por venir.

Tus manos se aferraban a un asidero, con fuerza y sutileza al mismo tiempo. Lo sujetabas como si se tratase de un sueño turbulento o de algo invaluable que no querías perder. Y, de nuevo, murmurabas algo y veías alrededor, en busca de algo, en busca de nada.

Ibas bien abrigado. Con tu ropita de invierno. Abrigado contra el frío de la calle. Abrigado contra algo más. Tu propio frío parecía haber quedado atrás. Ahora tu semblante era cálido, amable, cariñoso. Eras un pan. Y quise que te quedaras así. Por un momento quise conocerte así. Y tu ternura me hizo sonreír. Si. Varias veces. Me hizo adorarte mentalmente mientras estabas sentado frente a mí. Allí tan cerca. E imagine tu historia y recreé paisajes y narraciones espectaculares donde sólo tú podías ser el protagonista. Donde tus ojos eran una brújula.

Y luego recordé que no eras tú. Era otro cuya cara podría ser la tuya cuando envejezcas. Pero no eras tú. No era tu esencia. Igual lo seguí adorando, igual seguí creando fábulas e historias asombrosas, porque me recordó a por unos instantes y fue como si te hubiese visto, como si hubieses llegado a mí. Con más años, pero con una presencia inconfundible. Con unos ojos llenos de lo que quiero tener, de lo que quiero que me ofrezcan.

Y bajaste en la estación.

Quizás en busca de algo, en busca de nada.



La niña del bigote