1.11.07

Divagando sobre la raza humana # 18 - De cuando te equivocas

Muchas veces me odio a mí misma porque, por tratar de ser diferente a los demás, a esos que detesto y que desprecio, en ocasiones, soy peor que todos juntos.

Mi lema de vida, desde hace algunos años, es: "No le hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran". Creo que siempre debemos ponernos en los zapatos del otro antes de decir o hacer algo. Algo que pueda perjudicarlos, algo que pueda perjudicarnos.

Pero no siempre el sentido común está de nuestro lado. ¡Qué va! Al fin y al cabo, somos humanos y cuando erramos, generalmente, metemos la pata hasta el fondo. Al menos ese es mi caso. Trato de no hacer nada malo, nada que perjudique a otro, sin importar si es mi enemigo. Pero cuando la embarro, la embarro en grande. Quizás es porque me presiono mucho tratando de no hacer mal, pero cuando resbalo, la caída es más fuerte y, sin duda alguna, mucho más dolorosa.

Lo peor es cuando esas caídas involucran gente que realmente te importa, gente por la que te preocupas, gente por la que sientes muy adentro. Ahí si que es fea la cosa.

Creo, particularmente, que no hay nada peor que defraudar a alguien, decepcionar a alguien, maltratar emocionalmente a alguien. Aunque, por lo general, el maltratado también termina siendo uno (si de verdad eres humano y no un insensible de los que abundan en las calles). El que se siente como una ñoña termina siendo uno.

Hoy siento que no importa cuánto trates de no lastimar a alguien, siempre habrá algún herido, así se trate de uno mismo. Y vaya que el dolor es grande. Uno se siente chiquitico, como si fuera menos que todos, como si fuera menos que la nada. Al final terminas siendo peor. Peor que esos a los que detestas.

Yo no quiero equivocarme más. ¿Será esto posible? No. ¡Demonios!, es que soy humana y sé que aún me quedan muchas más metidas de pata. Qué terrible esa sensación de saber que, hagas lo que hagas, aún quedan muchos errores por delante, errores por cometer, personas por lastimar, aún sin querer. Qué feo es sentirse feo para con uno mismo, por sentirse mala persona. Que feo es despreciarse y odiarse a uno mismo. Sentir que ya no hay nada qué hacer, sentir que la situación se te escapa de las manos. Que rompiste no sólo un plato o una taza, sino la vajilla completa.

No quisiera fallar. No quisiera tener que equivocarme más. Pero, ¡carajo!, es tan difícil. Si tratas de no lastimar a uno, terminas lastimando a dos, con el plus de lastimarte a mismo. Se convierte en un 3 x 1 pues. Y después dicen que la vida es bella. ¡Si claro!

La única solución que le veo al caso es dejar de tratar de ser diferente a los demás, por eso de la teoría que dice que los extremos siempre se unen. No trataré de ser diferente, para así no ser peor que ellos, que los que están afuera.

Simplemente hay que seguir los lemas de la vida, esos que son muy propios, y estar muy, pero muy, al tanto de que siempre nos equivocaremos, siempre existirá esa posibilidad, siempre alguien podrá resultar herido, ese alguien y tú mismo. Pero no se puede hacer más. La vida, como yo la veo, es un gran riesgo, mayor que saltar de un edificio.

¡Qué gran ñoña! ¿no?

La niña del bigote

2 comentarios:

hijo dijo...

trankila. con eso de vivir la vida dejando alegrías regadas a tu paso estás haciendo un excelente trabajo. al igual que puede ocurrir los fallos, sin querer (en realidad sin notarlo) contagias mucha buena vibra y buena vaina a los q te rodeamos. como el sol, quemas pero de igual manera, nutres y das vida.

claro que es un gran riesgo, linda... el saltar de un edificio te puede dejar difunto, cuadrapléjico o cuando menos chueco. la vida te matará con su vengativo e ineludible cuchillo de untar margarina light.

mientras tanto, cómete la tostada y disfruta del paisaje.

adoración de mí para ti

Chigüire dijo...

Quizás lo más terrible de equivocarse fuertemente con una persona es la sensación de verguenza con ella. Y luego esa sensación se vuelve como un cuchillo en el estómago.

:-(