28.4.07

Mi enfermedad no es tan mala


Inicio este texto con mis más sinceras disculpas a todos aquellos que se han sentido torturados, trastornados u ofuscados de alguna manera por mis comentarios (espontáneos, sin sentido, IMPRUDENTES)


Algunos dicen que es una virtud, otros se expresan de ello como un defecto terrible y nefasto. Yo, lo veo de las dos maneras, todo depende de la situación en la que ocurra. Al fin y al cabo, mi capacidad para ser imprudente viene desde que tengo uso de razón. Pero, a medida que pasan los años, los niveles de imprudenecia en mi personalidad han aumentado de manera incontrolable.


Algunas personas piensan que soy graciosa, con tremenda personalidad (no piensen que soy egocéntrica) y, algunas veces, chistosa. Otro grupo detesta cada una de mis "salidas", le incomodan mis comentarios y se sienten ofendidos con ellos.


Para aclarar algunas dudas sobre el tema, debo decir que mi imprudencia está presente en los momentos que menos espero (y los demás tampoco). Ella domina mi boca en muchas oportunidades durante el día (no puedo decir que domina mi mente, porque no pienso antes de hablar). Aquellos que me conocen no se sorprenden (tanto) como aquellos para los que soy una total desconocida.


Soy una mujer con características extrañas. Muchos dicen que mi familia y mi novio merecen un monumento al "aguante y constancia". Soy mala, según algunos compañeros de trabajo. De esas que calculan todo y observan el más mínimo detalle para chalequear al otro. Sufro de imprudencia crónica. No soy alérgica, ni dislexica, tampoco tengo problemas para relacionarme con la gente, simplemente soy IMPRUDENTE. No de esos que se comen la luz roja de un semáforo. Soy de las que se "la comen" sin darse cuenta, o de las que "meten la pata" de la misma manera.


Desde muy pequeña he sido así. Las "peladas" de ojo de mi mamá ante mis comentarios, justo frente a sus amigas, cuando tan sólo tenía 5 años de edad, dejaron huella en mí. Pero, no curó mi "enfermedad". Decir que mi papá tenía los oidos sucios luego de ver un Q-tip lleno de Povidine, es uno de mis mejores momentos de "imprudencia".


La lista es larga. Quedan advertidos. Soy imprudente. Empeoro día a día. No se asusten. ¡Basta!



flequillo

1 comentario:

Cindy Engberts dijo...

Amiga, precisamente por ser así es que te queremos tanto. Obviamente no vamos a negar que a veces metes la metía de pata más monumental del planeta, pero a todos nos pasa algunas vez.
Por ser sincera es que te adoramos, aún cuando tengas la capacidad de herir sin darte cuenta. Eso siempre se perdona, porque a fin de cuentas, después de un profundo proceso de reflexión, uno de da cuenta de que lo que dices es cierto, o al menos apegado a la realidad.
Tranquila, que la imprudencia no es una enfermedad mortal, aún no he oído de nadie que se haya muerto de eso.
Reitero lo dicho, te "amamos", porque sé que somos más de uno.