20.10.07

Divagando sobre la raza humana # 17 - Del Internet

A tí, que estás allá, del otro lado del monitor

Hoy quiero escribir sobre algo que me ha tenido pensando mucho todos estos días: las relaciones de cualquier tipo que se encuentran o afianzan por Internet. Y es que esto de la tecnología es todo un caso y mucho se ha escrito del tema pero, hasta ahora, no me había llegado tan cerca.

Uno puede conocer todo tipo de gente por la red. Me refiero a que se puede conocer gente que comparte intereses similares a los de uno, a través de las distintas herramientas que están a nuestro alcance. Por ejemplo, por medio del Flickr he conocido y compartido con personas a las que les gusta la fotografía, con personas que disfrutan el hecho de salir en conjunto, un día cualquiera, sólo con el propósito de tomar fotos. Esto se convierte en otra cosa, importante para uno, porque se trata de personas con las que compartes momentos, pudiéndose dar el caso de, eventualmente, conseguir amigos y hacer más que tomar fotos juntos.

Por otro lado, esto del Internet significa una apertura de horizontes que, particularmente, me parece genial. Es una cuestión de que ya no existen límites, puedes estar en Venezuela y hacer contacto con gente ubicada en cualquier otro lugar del mundo, en otras coordenadas geográficas, bien sea en España, en Holanda, Escocia o hasta en la China. Últimamente he sido parte de un intercambio cultural que me llama mucho la atención, he pasado horas de mi vida hablando con gente a la que conozco cada día más, sin conocerla realmente porque jamás le he visto la cara, porque no la he visto personalmente, pero ¿qué tan bien se conoce a la gente que vemos directamente? ¿de verdad los conocemos tanto como creemos? No lo sé. Tengo mis dudas al respecto. Pero eso es harina de otro costal. Palabras para otro texto.

Claro que todo esto del Internet puede ser un arma de doble filo, uno no sabe realmente quién puede estar detrás del monitor, pero creo que aquí influye mucho el hecho de tener un poco de criterio y sentido común al hablar con ese otro que es un completo extraño, un total desconocido. Hay que evitar a los babosos y a los enfermitos mentales, pero ellos se descubren rápidito, así que la tarea en esos casos no es tan difícil.

Yo me río muchísimo cuando hablo con otra persona y debo usar varios sinónimos de una misma palabra, porque los usos en los dos países de origen de los interlocutores, nosotros, son completamente distintos. Me hace mucha gracia las cosas del idioma, eso de que una palabra signifique algo para nosotros y otra cosa totalmente distinta para los otros. Eso de tener que explicar a los demás que nosotros, los venezolanos, usamos una misma palabra para expresarnos mil veces y decir mil cosas con sentidos diferentes.

En cierta manera me gusta aprender a través del monitor, saber cómo es la vida normal y cotidiana de alguna persona cuyas costumbres no son las mismas que las mías, de esas personas que no comparten mi clima o mi forma de expresarme porque, aún usando el mismo diccionario y hablando el mismo idioma, manejamos registros distintos.

Muchos califican este mundo como algo impersonal, que aleja a la gente de otra gente. A mí me parece todo lo contrario. Creo que, bien administrado, acerca más a las personas, sin importar quiénes y cómo son o dónde están ubicadas.

Esto es algo global, mundial, mucho más grande que nosotros, mucho más grande de lo que conocemos, de lo que podemos ver. Obvio que no se debe dejar el mundo real por un monitor, pero me parece sano compartir con gente que comienza a entenderte y que te trata sin prototipos y prejuicios (con sus respectivas excepciones, claro está).

Disfruto mucho del intercambio del cual he formado parte las últimas semanas, lo que he aprendido. Es algo que me llena, que me hace sentir bien, que me hace sentir acompañada y que me da la sensación de que puedo llegar a donde quiera sin impedimentos de tiempo o de espacio. Me gusta saber que hay alguien al otro lado del mundo, que lee esto y le gusta, que entiende de lo que hablo, que le gusta la forma como escribo, que comprende lo que pienso y lo que trato de transformar en palabras.

Creo que el mundo entero está a nuestro alcance, sin límites y sin barreras, más que las que imponga nuestra propia persona.

La niña del bigote

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