Una verdadera mujer siempre lo sabe
Este texto no tiene que ver con feminismo, pero valga la pena para que sirva como consejo a los lectores masculinos que frecuentan este blog (a pesar de la vergonzosa desactualización).
Al grano. ¿Por qué una verdadera mujer siempre lo sabe?, pues por cosas inciertas, cosas del destino o del desatino masculino. Casi todas las mujeres (digo casi porque hay ciertas excepciones que atentan de frente contra el género) sabemos cuando pasa algo fuera de lo común, cuando hay algo sospechoso, cuando nos huele raro algo. Es lo que se encasilla comúnmente como un “sexto sentido”, ese algo de brujas que casi todas llevamos por dentro.
Sabemos cuando sutanito no nos está diciendo la verdad, desciframos mensajes a través de miradas, acertamos cuando le tenemos “idea” a alguien y, generalmente, nos graduamos cuando sentimos que menganito, dueño de nuestro corazón, nos engaña o nos oculta algo.
Repito: hay ciertas excepciones que, como género, deberíamos desterrar, exiliar, abolir, finiquitar (Dios, cómo amo esa palabra). No obstante, estas aberraciones de la naturaleza no suelen ser mayoría.
Volviendo al tema. Los hombres a veces tratan de ocultar, omitir u olvidar por accidente ciertos detalles, sean pequeños, enormes, perdonables o totalmente imperdonables, y eso está bien cuando esos “detalles” no afectan al otro. Sin embargo, en mi humilde opinión, creo mejor apostar por la verdad. Pero no esa verdad que se dice un mes después de que el daño está hecho y cocinado, no esa verdad a medias tintas, no la verdad que le conviene a uno antes que al otro.
Señoritos, háganse un bien, por su propia salud; sean sinceros, sin importar cuánto hiera o apeste la verdad. No sean egoístas. Digan la verdad tal cual es, sin adobos ni especias que la hagan saber menos fea.
Una verdadera mujer siempre sabe que la engañan, aún cuando se traga la mentira y se hace pasar por tonta. Por dentro uno siempre tiene esa espinita, ese malestar, ese sentimiento que te dice que las cosas no son como te las están poniendo en el plato. A nadie le gusta que le mientan, de eso estoy segurísima. A nadie le gusta que le vean la cara de tonto. A nosotras, como mujeres, como cuaimas, como gente, menos que menos.
Si, puede ser una cualidad del género de las cuaimas, pero hay varios refranes que vienen al caso, como: “Cuando el río suena es porque piedras trae” o “Piensa mal y acertarás”.
Yo sólo les pido hoy, a todos y todas, que tomen consejo. No hagan lo que no les gustaría que le hicieran. Piensen primero antes de hacer las cosas. Tómense un tiempo a solas con sus cerebros (aquellos que los tienen) y denles uso, que para eso están, no sólo para llevar el corte de pin y pon. Todo esto porque también es cierto que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde y antes de ser un perdedor, es mejor ser sincero.
Nunca confíen en la inocencia y supuesta “ignorancia de una mujer”.
Porque a veces la mejor cura es una conciencia tranquila.